martes, 27 de mayo de 2008

Bolivia autónoma e incluyente

Cualquier analista político convendrá en que pocas veces en Bolivia se han dado gobiernos aceptados, en forma casi plebicitaria, como el inaugurado el 22 de enero de 2006. El presidente actual, fue aceptado por la mayoría, por encima de las posiciones políticas que creyeron en una aptitud, tendiente a enfrentar la crisis del estado. Las esperanzas estaban además fundadas en el agotamiento de un sistema obsoleto del "pasanacu", dicho de otro modo, un gran apoyo popular, de intelectuales, políticos, militares, campesinos, clase media, en fin... con el valioso ingrediente de que se suponía que el nuevo régimen se proponía a gobernar por sobre todo sectarismo y con gran eficiencia política y administrativa. En el transcurso de estos dos y medio largos y tediosos años de gobierno, se han dado agudos criterios de improvisación y falta de coherencia, que han dominado las decisiones del MAS. Se trata de actuaciones políticas a nivel de relaciones exteriores, mineras, petroleras y otras, ausentes de todo realismo y, plagadas de buenos deseos que finalmente perfilan una imagen de nuestro país absolutamente incomprensible.
La polarización y la división entre bolivianos es evidente y con referenditis no vamos a dar solución alguna a nuestros estructurales problemas. Este diagnóstico, conocido por toda la ciudadanía, muestra que no se ha dado la intención de institucionalizar absolutamente nada, pisoteando la constitución a cada paso y politizando todo en un marco de incertidumbre e inseguridad constante.
Algo de especial trascendencia ha tenido que suceder, para que con tanta frecuencia se hayan enfrentado dos visiones de país rompiendo de esa manera la tradición y ese es la inevitable corriente de las autonomías, hoy con cuatro departamentos hermanos Pando, Beni, Santa Cruz, Tarija, por una parte y en la sala de espera Chuquisaca y Cochabamba, sin descartar el camino trazado para los restantes departamentos. Esta es indudablemente una visión de país diferente. Por otra parte el gobierno casi en forma dictatorial quiere imponer una otra visión de país. Aparece un triunfalismo con actitudes de peligrosa irracionalidad con odios bíblicos y luchas aldeanas, luchas pueblerinas y rencores inmortales, en una tesis indigenista, con justicia comunitaria y capitalismo andino, excluyendo a una gran mayoría nacional, con una identidad cultural innegable. Sin embargo, nadie puede negar un aspecto primordial como resultado de este proceso que es absolutamente necesario pensar en una sociedad incluyente, donde se términen esos resabios de racismo intolerante. José Ortega y Gasset, coligiendo este pensamiento afirmaba en su tiempo que " raza y nación que no se siente así misma deshonrada por la incompetencia y desmoralización de su organismo guerrero, es que se halla profundamente enferma e incapaz de agarrarse al planeta".
Por todo ello es necesario remarcar que nuestro gobierno está obligado de adquirir conciencia de sus reales responsabilidades para todos los que habitamos en este suelo, frente al pueblo y a la democracia cuyos actuales desbordes y desajustes solo son responsabilidades de quienes no saben o no quieren gobernar con seriedad y con realismo, cuyo norte político para las nuevas generaciones será una Bolivia libre, autónoma e incluyente.
José Guillermo Torrez

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