domingo, 20 de julio de 2008

El proyecto... ¡y la realidad!

Lo que está en juego es el poder, ¡pero en un espantoso desorden! Nada de lo que está sucediendo se puede comparar con el momento en que Evo era encumbrado --por una votación incontestable-- a las cimas de la “nueva era”, sin que nadie ni nada pareciera tener la posibilidad de enfrentarlo.
Las cosas han cambiado y, apenas en la mitad de su mandato, se está cumpliendo lo que era un chiste de café: “Evo es tan bueno, que le entregaron un país... ¡y ya tiene dos!”. Cierto, ha logrado diseñar, con claridad impresionante, la ecuación que define a las mentes autoritarias: los que están conmigo y los que están contra mí. Pero para lograrlo, ha tenido que llevarse por delante lo poco de institucionalidad que quedaba de un Estado esmirriado. Hoy ya no queda nada, o casi nada: ¡apenas Exeni y el subteniente Nava! Creyó, con la ingenuidad que otorga la ignorancia asesorada por letrados, que la Constituyente sería el milagroso instrumento de la refundación, sin sospechar que iba a ser su fracaso estrepitoso y sangriento.

Disfruta el ejercicio de la crispación y de la confrontación. Lo hace desde la perspectiva del que manda, jugando con los que le obedecen... ¡odiando a los que lo desafían! Ahora, con el referéndum revocatorio, ha encontrado el instrumento que perdió con el fracaso constituyente... ¡besitos a Tuto!

Pero ha encontrado más: se ha dado cuenta de que el ejercicio gubernamental del cinismo es perfectamente rentable y que se puede hacer y decir lo que sea. ¿No va a resultar que son los gringos los autores del acto terrorista en Yacuiba? Y, ¿por qué no?, si el mismísimo Goldberg había sido entrenado en Kosovo para venir a hacer separatismo en Bolivia. Y que la criminal de las cédulas de identidad había sido la diputada Lazarte, y que los venezolanos eran hermanitas de la caridad sirviendo cafecito de madrugada en las oficinas de identificación, y que en Bolivia hubo un intento de magnicidio, que lo de la inflación son huevadas, que la campaña de Evo se hace con aportes voluntarios, que sobra el gas, que la marraqueta es más grande, que nadie hace negociados, que el país recibe más inversiones que nunca, que el Presidente no se mete con otros países, sino que orienta al continente... ¡y un montón de gente le cree!

Es obvio que el gobierno está convencido de que el 10 de agosto es básico para su proyecto de poder. Y no hay ninguna duda de que los últimos tres meses han sido de un beneficio sensacional para el gobierno y un tropiezo fenomenal para el proceso que se dio con las consultas y reacciones regionales... ¡más besitos a Tuto! No reconocer que el referéndum revocatorio, con todos sus ingredientes fraudulentos, favorece a Evo, sería una insensatez.

Pero el gobierno está a punto de cometer una insensatez mucho mayor: pensar que el tema del poder se define en veinte días. Y cuando ya hablan de la nueva Constitución “en firme”, creen y asumen que están en posibilidad de imponerla. Su lectura del día siguiente --el 11 de agosto--, es una mala lectura, porque no tienen Estado para imponer el nuevo orden. El peor error que puede cometer un mentiroso es el de creer su propia mentira... ¡y el gobierno ha comenzado a creer en sus mentiras!

Y la realidad sigue yendo por otros caminos: la nueva Constitución no le va a quitar los hidrocarburos a Tarija o a Chuquisaca, ni la soya a Santa Cruz ni la gran minería a Potosí. El gobierno puede disfrutar del actual despelote y creer lo que quiera. De ahí a establecer poder, en serio, hay harto trecho...

Cayetano Llobet

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