sábado, 20 de septiembre de 2008

Eclipse de media luna...


Comienzo con una rectificación: hace una semana afirmé que el gobierno no tenía la fuerza suficiente. En realidad, ¡no tiene adversario suficiente! Si a alguien se le ocurre declarar la guerra, es porque tiene la convicción de que puede ganarla: toma las instituciones, ocupa físicamente el territorio, bloquea la provisión de alimentos y energía al enemigo -tarea elemental-, organiza sus grupos de choque y de defensa, consolida las alianzas para la constitución del bloque, e implementa el conjunto de tácticas que sirven a su fin estratégico: la consolidación plena del proyecto autonómico, derrotando a su enemigo, Evo. Y resultó que no estaban preparados para la guerra. Igualito que el 23 de junio, “¡no al referéndum revocatorio!”, ¡para terminar en el suicidio del revocatorio!
No creo que Evo esté contento con la obligación que le impusieron de ir al diálogo. Es más bien un triunfo de Lula, en contra de las consignas guerristas del sargento Chávez. Los civilizados de la región -¡la gran guerra era con Chile y resultó mediando en el conflicto interno boliviano!-, decidieron que Evo no culmine rabiosamente su victoria, por el momento por lo menos. La actitud gubernamental con el negociador Prefecto de Tarija, no ha sido ni cordial ni amable... ¡jodida la derrota!
Un virginal observador me dijo que a partir de lo de Pando, ya había Estado. Sólo hay actos de fuerza. Si hubiera Estado, no habría que acudir a tanta mediación y a tantos protagonistas externos. ¿Podrá alguien contarme qué país mínimamente serio convoca a otros, a iglesias, a testigos, mediadores, para resolver sus hemorragias internas?: sólo los que no tienen Estado. Los Estados, en serio, acuden a sus instituciones. Los que no tienen Estado... a sus amigos.
No hay más pacto regional. Sabina, la Prefecta chuquisaqueña, se creyó con humilde ingenuidad lo de la solidaridad por la capitalía y, peor, muchísimo peor, a Leopoldo Fernández lo dejaron solito y abandonado. En el momento de la tribalización, cada quien defiende lo suyo. ¿No es espantosamente horrible que uno de los puntos esenciales de la supuesta “guerra”, sea cómo salvar la Expocruz? Lo dijo el Presidente Evo Morales en su entrevista a la cadena venezolana: “no perjudiquen la feria. Devuelvan las instituciones, levanten las movilizaciones, nosotros garantizaremos la Expoferia en Santa Cruz”. Los negocios y la política no son compatibles, ¡salvo que se esté en el poder!
Sería de una candorosa inocencia suponer que los límites se fijan en el diálogo de Cochabamba. Y sería estúpido el gobierno si no aprovecha su victoria. Puede darle las formas que le imponen los testigos internacionales –que, por lo demás, están de su lado-, pero es poco probable que sea compasivo o indulgente. Más pronto que tarde, va a prescindir de los mediadores. Un amigo, estrechísimo colaborador de don Víctor Paz Estenssoro, me contaba la expresión del estadista cínico -¡como tiene que ser un estadista serio!-, “si estamos ganando, para qué queremos a la Iglesia?”
Salvo reacción desesperada –hipótesis que el gobierno no debería descartar-, el proyecto de Evo Morales puede avanzar y encontrar la culminación que no logró con la Constituyente. Asumiendo, desde luego, que tendrá la misma duración y la misma trascendencia de las múltiples refundaciones nacionales registradas en nuestra pobre historia, esperando que llegue el próximo salvador... ¿cuántos llevamos?
Cayetano Llobet

No hay comentarios: